Las enredadas raíces de los árboles de caucho en la India forman puentes colgantes que, a diferencia de las estructuras de acero, resisten el paso del tiempo con mayor durabilidad. Los puentes de raíces en Cherrapunji proporcionan una experiencia de caminar suave y casi imperceptible. Sostienen el peso del cuerpo de manera flexible, una cualidad imposible de lograr con el hormigón y el metal inertes.
En el corazón del mundo yace un árbol, y sobre ese árbol, ya sea genético, cósmico o salvaje, caminamos. El árbol es la máxima metáfora del sustento de la vida, un puente entre el cielo y la tierra. Pero en la India, en Cherrapunji, una de las zonas más húmedas del planeta, la gente literalmente camina sobre puentes de árboles vivos.
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En el corazón del bosque hindú, la naturaleza se fusiona con la inteligencia humana para crear paisajes que rozan lo mágico. Reminiscentes de la tierra élfica de Rivendell del universo de J.R.R. Tolkien, donde los elfos conviven en armonía con la Madre Tierra y construyen sus edificaciones a partir de árboles vivientes. Así se alzan en medio de la selva los puentes colgantes de raíces vivas en la India, una arquitectura viva que respira sabiduría.
Al noreste de India, en el pueblo de Meghalaya, habita el pueblo de los Khasi. Desde tiempos inmemoriales, han enfrentado los desafíos que la selva les presenta. Por ello, han desarrollado sus propios métodos para sobrevivir a los monzones y las tormentas de los bosques tropicales, y así surgieron los puentes colgantes.
Estos puentes vivientes son esculpidos con las raíces de los árboles Ficus elastica, también conocidos como higueras de caucho. Los lugareños utilizan troncos huecos de árboles de betel para guiar las raíces y, después de redirigirlas sobre los múltiples ríos de la región, las dejan volver a crecer en la tierra. Diez o quince años después, las raíces se vuelven lo suficientemente sólidas como para servir como puentes.
Los puentes colgantes pueden alcanzar más de 30 metros de longitud y sostener a más de 50 personas al mismo tiempo sobre su estructura de raíces entrelazadas. Con el tiempo, se fortalecen, y algunos de estos puentes tienen más de 500 años de antigüedad. Son testimonio de una tecnología natural armoniosa, una ingeniería prístina que se funde con la naturaleza y la paciencia.
Y a pesar del aparente caos de nudos enraizados, como una pesadilla telúrica digna de El Señor de los Anillos, sin duda es difícil encontrar un puente que tenga un valor estético mayor, con la ventaja añadida de caminar descalzo sobre la savia ancestral, cables orgánicos por donde se transmite el verde mantra de la Tierra. Es cuestión de gustos, pero no sería fácil elegir entre el Golden Gate y los puentes de raíces vivientes de Cherrapunji.
Nota cortesía de Pijama Surf